El siglo XV encuentra su mejor medio de expresión a través
del motete. Este género, inaugurado por Machaut el siglo anterior, se convierte
en un campo idóneo de experimentación para el nuevo estilo imitativo. Compuesto
para cuatro o cinco voces, sus distintas partes se relacionan mediante el tema
elegido por el compositor, que puede ser una melodía gregoriana o una canción
popular.
Tomás Luis de Victoria, autor de esta pieza, es la figura más importante de la
música vocal religiosa en España, que constituye la culminación de la escuela
polifónica hispana del siglo XVI. Su estilo es equilibrado y busca la claridad
de las voces.
Además de la pureza de estilo, hay en su música un rasgo
peculiar que lo distingue de los demás maestros de su tiempo: un uso abundante
del cromatismo y un gusto por los fuertes contrastes. Su acusado misticismo le
lleva a retirarse en su pleno apogeo al convento de las Descalzas Reales de
Madrid, donde muere desempeñando el papel de organista.
La textura de esta pieza es polifónica, contrapunto imitativo muy simple, tanto que a veces parece homofonía.
Las melodías son claras, cristalinas, muy puras. El ritmo es lento y repetitivo. El texto está escrito en castellano y la letra se entiende fácilmente.
La forma musical es un motete, forma religiosa pero no bíblica.
Tomás Luis de Victoria: